Por primera vez en la historia de la literatura ciudadana, se abren gracias a la mano amiga de Mondiola los archivos "Surreales". Textos de diversa antigüedad y factura verán la luz en las próximas actualizaciones de El Largo Rato. En la entrega de hoy, presentamos una pieza de hondo contenido surreal, impertinente y procaz, urticante y "acebollada" con un retrogusto a cascote, surgida de la pluma infinita de Matrornicola, "el poeta de la soda". Un texto del año 2000, en una nueva versión corregida e ilustrada con imágenes didácticas, espero lo disfruten.
El sol del 25 vino asomando...
Después de 237 días
en la resolana
del desierto disecado,
por fin estreché relación
con los vientos,
guiaron mis ojos
hacia la región
donde habitan
la peste
y el cartero...
Hasta allí
fueron mis pasos,
y presa del shock
me interpuse
en el andar de la gente;
atropellé enceguecido
y me atropellaron.
La propia multitud,
en su caudal,
me empujó
hacia un abismo
donde hallé
la más insoportable demencia.
Nunca imaginé,
(nunca en su totalidad)
una pesadilla de tal grosor,
jamás he sometido
a mi corazón
al ritmo
de un hardcore tan furioso.
Luchas de gran kilaje,
tomas diversas
y pedradas en el puño.
Pendientes pronunciadas
y caídas desde un 5º piso
sin acochado ni reloj.
También fue maravilloso
acusar el golpe de una viga
en los dientes
luego, la sequedad de la lengua
y todas sus adyacencias.
¡Es mediodía de domingo!
Un último retador sale a la arena,
el sol raja las caras.
Se estrechan
en ensueño febril,
la duda del ídolo
y el pie en la maceta.
La furia ya está desatada.
Quieren ahora lanzarse
en denodada carrera
y destrozarse el pellejo.
Mi viejo smoking
se estremece en el ropero,
está endiablado,
es avalancha a la carga.
¡Presiones de todo tipo,
se castigan duro,
con fuerzas de tempestad
en cada golpe.
cada golpe...
un mínimo toque de su mano y...
...serás aire!
Mastro
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